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no todo lo que creemos perfecto es perfecto

miércoles, 2 de junio de 2010

2 de junio

Estaba oscuro, el aire golpeaba su cara toda cubierta de barro por la lucha que había tenido anteriormente con un alumno del colegio.
La niebla olorosa y fría no quería que viese por donde pisaba, su voluntad no se podía quebrar, era un ser superior, la niebla...
Su corazón palpitaba con fuerza solo al recordar el duro enfrentamiento mágico que había tenido hace poco y por el cual su brazo derecho estaba lleno de sangre y la cara con un montón de incisiones incurables por los miles de maleficios que habían echado contra él. Sentía el sudor cayéndole como un grifo mal cerrado...
Parecía que el camino pedregoso de vuelta a casa se hacía interminable. Cada dos o tres pasos se daba la vuelta con el presentimiento de que otro maleficio le alcanzase por detrás sin poder defenderse.
Al fin llegó a casa, algo había pasado, las llamas salían como furiosas serpientes de los cristales y dos figuras colgaban de una cuerda sobre un árbol, Siul y Aria estaban muertos, llevaban las varitas en la mano, señal de que habían luchado. No le afectó mucho, nunca había querido mucho a sus padres.
Dio media vuelta, sin saber a donde ir ni que dirección coger, así que se decantó por el camino al pueblo...
Pasó la noche en un descampado, cerca del río Anes, aunque el dolor del brazo no le dejaba dormir, a la mañana siguiente siguió su camino, siempre cauteloso a cualquier movimiento porque, aunque había echado miles de conjuros protectores a su alrededor, nunca estaba de más vigilar por sí acaso.
Al fin llegó, la fuerte incisión en el brazo le había dejado sin fuerzas, casi sin pensarlo, se dirigió a la plaza del pueblo, dónde se desplomó como un caramelo de papel que un niño tira al suelo; sin poder evitarlo todo se nubló, ya nada existía...

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